LA PUNTA, SEÑOR RIBÓ

24.05.2017 | Levante EMV
Corría el año 1998, y desde la Facultad de Bellas Artes algunos profesores y alumnos colaborábamos en la defensa de la huerta de La Punta preparando, entre otras acciones, una foto de familia de ciudadanos relevantes de Valencia que se manifestaban a favor de la protección de este territorio frente a la amenaza de la ZAL. Hasta allí peregrinaron, entre otros, Josep Vicent Marqués, nuestro querido sociólogo y ecologista, Román de la Calle, José Luis Pérez Pont, Martínez Guerricabeitia, gran mecenas del arte y de la cultura, Joan Francesc Mira, nuestra querida Trini Simó, Carles Dolz y Ernest García, incansables defensores de nuestra tierra, David Hammerstein, el ex-conseller Emerit Bono... y Joan Ribó, por aquel entonces líder de Esquerra Unida.

Pero no pudo ser, el tandem Rita Barberá-puerto de Valencia era demasiado poderoso. La destrucción de La Punta fue uno de los sucesos más lamentables de la historia de nuestro territorio, tanto por lo que se perdió, una huerta milenaria de especial belleza, como por lo inútil que fue su destrucción, generando un no-lugar que sigue baldío, con viales y farolas que se van degradando por el paso del tiempo y la vergüenza del sinsentido. Ahora, un conjunto de asociaciones centradas a la defensa de la huerta se han unido para pedir la legítima restauración de ese territorio: devolverle la vida agrícola productiva y restituir en lo posible la memoria del paisaje y de sus gentes.

Casi 20 años han pasado desde aquella foto en defensa de La Punta. Dudo que ninguno de los que allí estaban haya cambiado ni un ápice sus ideas al respecto. Lo que sí ha cambiado son las responsabilidades políticas de cada cual. Ahora el Sr. Ribó es el alcalde de Valencia y, con su equipo, está llevando a cabo gran parte de lo que prometió. Está haciendo Valencia más sostenible, más participativa y diversa, y ha tomado medidas para proteger la huerta que nos queda. Pero el paso siguiente, lo que verdaderamente supondría un avance en el mejor sentido, sería comenzar a restaurarla; pues en una época donde la idea de progreso se vincula con la producción agrícola relocalizada y no con un modelo globalizado profundamente dependiente de los combustibles fósiles, no basta con proteger, hay que comenzar a restaurar la huerta local. Esta sería la décima tarea titánica para nuestros nuevos gobernantes: recuperar la huerta de la Punta, devolverle la identidad que nunca debió de serle arrebatada. Y con ello demostrar que se puede cumplir lo que pide el manifiesto de las asociaciones: la recuperación de La Punta será el símbolo de que otra manera de hacer política territorial es posible.

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