LOS DEBERES PENDIENTES DE RIBÓ


Paco Moreno, 1 enero 2018, 20:42 Las Provincias
Parece que fue ayer cuando Joan Ribó se acercó andando al Ayuntamiento, flanqueado por el resto de concejales de Compromís preparado para una fotografía que se pretendía icónica. La imagen lo sitúa más o menos a la altura de la calle de la Sangre, antes de entrar en el hemiciclo para ser investido alcalde de Valencia. Pero el tiempo pasa rápido y lo que en junio de 2015 eran desafíos comienzan a ser deberes, al rebasar el ecuador del mandato y comprobar la lista de tareas del gobierno tripartito.

Con un aumento de los ingresos gracias a la salida paulatina de la grave crisis económica que obligó a serios recortes, todo debía ir viento en popa pero la gestión de los tres partidos ofrece demasiadas sombras. Lo más positivo es precisamente la reducción de la deuda, que se ha adelantado para permitir recuperar la autonomía municipal fuera de la tutela del Gobierno y la Generalitat.

Esto no se conseguía desde 2012, cuando el anterior gobierno del Partido Popular tuvo que pedir un crédito para poner a cero el contador con los proveedores. Ese lastre ya se ha acabado, aunque la intención es no recurrir a préstamos en 2018.

El pago a proveedores se ha reducido en plazos gracias a la misma circunstancia, pero no sucede igual al analizar las inversiones realizadas. El ejercicio se cerrará con 69 millones ejecutados en obras y equipamientos, un 44% del total, lo que supone una cifra alta aunque menor de la esperada en un Consistorio que se ha reforzado con la contratación de interinos por primera vez desde hace mucho tiempo.

Compromís, socio mayoritario del tripartito, ha lanzado estas navidades una campaña en redes sociales para hacer frente a las críticas por la baja gestión, con eslóganes como la reducción de la deuda, la celeridad en el pago a las empresas y la reactivación de las obras públicas en el Cabanyal. No es baladí la mención de este barrio dado que ha pasado de ser enseña del cambio a un incipiente dolor de cabeza.

Las obras de reurbanización se ejecutan con fondos de la Generalitat y del convenio firmado con el Ministerio de Fomento, aunque otra cosa es la rehabilitación de viviendas y la solución al llamado «problema social» por la ocupación ilegal de decenas de inmuebles. La plataforma vecinal Salvem el Cabanyal, que apoya a los partidos del tripartito desde que eran oposición al gobierno del PP, ya ha dado muestras varias veces de que la recuperación va muy lenta en comparación con lo que esperaban en 2015.

A tiro de piedra del barrio marinero se encuentra la Marina, atascada durante años por la falta de acuerdo entre el Gobierno socialista y la alcaldía popular, a lo que siguió después un periodo de estancamiento por la sombra de la monstruosa deuda generada con las obras de la Copa América de vela. Ahora el recinto está un poco más animado por las concesiones del Veles e Vents, la Escuela de Negocios EDEM y algunas empresas del sector naútico, si bien es cierto que el grueso del proyecto sigue sin salir adelante.

En el centro la cosa no mejora mucho. Del proyecto de reurbanización de la plaza de la Reina no se sabe nada más que se pretenden iniciar las obras a partir de abril, aunque la gestión previa del concejal de Movilidad, Giuseppe Grezzi, ya ha provocado la polémica por la pretendida peatonalización provisional de la plaza del Ayuntamiento, rechazada por los socios socialistas, mientras se sigue a la espera de la remodelación de líneas de la EMT, que se prevé también con un amplio debate tras las críticas surgidas en los cambios en el resto de barrios.

Y en el ámbito festivo, el concejal Fuset tiene el dudoso honor de haber sido el primer concejal de Fiestas que salió reprobado por su gestión de la asamblea de presidentes de fallas. Los cambios no han acabado de encajar en los casales, un signo de las sombras que arroja el tripartito a mitad de mandato.

La plaza de la Reina, una incógnita

El 23 de agosto se formalizó el contrato para redactar el proyecto de remodelación de la plaza de la Reina para hacerla más peatonal, tras un accidentado proceso con dos recursos interpuestos por otras tantas empresas, que finalmente fueron desestimados. Los arquitectos José María Tomás y Antonio Escario son las caras más conocidas del equipo encargado del diseño, pilotado por el concejal de Movilidad, Giuseppe Grezzi, al incluir la reforma del aparcamiento subterráneo. La decisión de que el edil responsable del tráfico se encargue de una de las plazas más singulares de Ciutat Vella sólo se explica por el reparto de poder entre Compromís, el PSPV y València en Comú.

La bicicleta por encima de todo

Este mandato es el del tráfico y eso nadie lo duda. La movilidad se ha convertido en tema de conversación en los bares, los taxis e incluso en las familias. El tripartito, sobre todo Compromís, tiene clara la escala de elementos que importan de más a menos: peatones, bicicletas, transporte público y tráfico privado. El alcalde Ribó ha dicho incluso que aparcar no es un derecho, aunque muchos vecinos sientan que es una necesidad. La gestión del tráfico escenificada en el concejal de Movilidad, Giuseppe Grezzi, activista de Los Verdes, se ha centrado sobre todo en permitir que los ciclistas vayan lo más cómodos posibles, a costa en ocasiones de generar inconvenientes para el resto del tráfico. Las maneras del edil y las decisiones sin consensuar con vecinos y comerciantes se han convertido en algo habitual, tanto que 14 asociaciones se reunirán con Ribó en enero para expresarle su malestar.

La EMT se queda a medias

La primera fase de la remodelación de líneas de la EMT supuso un alud de críticas en los barrios perjudicados por la pérdida de paradas. Ahora, la parte del centro se espera con expectación para comprobar si la compañía municipal logra algo más de consenso. Los dos años del tripartito han supuesto un aumento de pasaje por la reactivación económica, aunque las cuentas siguen siendo deficitarias y necesitadas de más fondos.

La Marina sigue siendo un propósito

Han pasado ya diez años desde que el Alinghi ganó la Copa América de vela en las aguas de la Malvarrosa, aunque el tiempo no ha servido para transformar la dársena interior del puerto en el barrio de referencia de la ciudad, que se planteaba sobre el papel como una zona comercial, de servicios y con la guinda de una marina repleta de embarcaciones de recreo. Los dos años de este mandato han servido para renovar el equipo directivo, aprobar algunas concesiones importantes como la del Veles e Vents y la inauguración de los edificios docentes y de emprendedores promovidos por Juan Roig, aunque sigue faltando el acuerdo necesario entre instituciones para que este espacio privilegiado empiece a ser rentable. Sirva como ejemplo el retraso en la reunión del consejo rector, pese a que hay asuntos urgentes sobre la mesa como el concurso de un varadero industrial y más amarres.

La demora de licencias daña a todos

Las 1.200 licencias pendientes de autorizar por el Ayuntamiento, una cifra desvelada por este periódico el pasado octubre, supuso un baño de realidad en un Ayuntamiento que empieza a engrosar el capítulo de nóminas por la contratación de interinos y personal adscrito de otras administraciones o municipios. Pese a esa circunstancia, el atasco sigue siendo monumental y retrasa la actividad económica en muchos sectores. La última decisión ha sido que la concejalía de Espacio Público, gestionada por el edil Carlos Galiana, se ha quedado algunas de las competencias de Bomberos para acelerar los permisos. Todo lo que sea necesario con tal de desatascar los asuntos pendientes.

La Policía Local, el reto de sobrevivir

Los recortes de personal se han cebado en la Policía Local y los Bomberos más que en ningún otro sector del Ayuntamiento. El cierre de parques fue denunciado por Ciudadanos el pasado octubre y las 69 plazas que saldrán en oposición el próximo año tardarán en ser efectivas, seguramente el siguiente mandato. Mientras, la concejal de Protección Ciudadana, Anaïs Menguzzato, ha emprendido una reorganización de los dos Cuerpos que está resultando más que polémica. La protesta de los comerciantes por el incremento de los manteros es sólo un ejemplo, en una época de alerta antiterrorista más necesitada que nunca de seguridad ciudadana en las calles de todas las urbes.

La gestión, centro de las críticas

Si hay un asunto que se ha reiterado estos dos años como un mantra es que el gobierno tripartito tiene muchas dificultades a la hora de gestionar. Desde la oposición se ha subrayado la falta de experiencia en algunos aspectos, así como el desacuerdo propio de tres partidos cada uno con su propia sensibilidad. Compromís y el PSPV son los que más han chocado, especialmente por la gestión del tráfico, aunque València en Comú ha empezado a tener voz propia con María Oliver, desmarcándose en asuntos como la construcción de torres de viviendas en el Parque Central. Las cuentas son positivas en su conjunto por las inversiones realizadas, aunque se quedan cortas para lo previsto.

El Cabanyal empieza a inquietarse

Dos años y medio de mandato y lo más visible son las obras de reurbanización que han tomado el Cabanyal y el Canyamelar, aunque otra cosa distinta es lo que pasa con la rehabilitación de las viviendas públicas y, sobre todo, la integración de las familias que ocupan ilegalmente decenas de pisos. Se da por descontado que el gobierno tripartito no puede completar su proyecto en un mandato, aunque los vecinos esperaban algo más de celeridad. La decisión de aglutinar todas las ayudas europeas del Plan EDUSI en el mismo barrio fue una apuesta incluso cuestionada entre algunos miembros del Consistorio, sobre todo porque lo único que ha salido adelante de momento es una serie de obras de mejora en el mercado municipal y el resto sigue en tramitación. La iniciativa privada sí que ha apostado por la recuperación del Marítimo con más de 600 ayudas concedidas en reformas.

El Grao y el viejo cauce, a la espera

Los años de la Fórmula 1 sirvieron para dar alas a la antigua zona industrial, que sigue a la espera de su oportunidad. Los dos años de mandato apenas han servido para animar el proyecto que gestiona el Ayuntamiento de momento, deseoso de que el sector privado asuma la construcción de 3.000 viviendas y el ajardinamiento de un tramo del cauce. Aguas abajo, se ha empezado a tramitar el parque de la desembocadura en Nazaret.

El dilema de cómo acabar la ciudad

La revisión del Plan General ha entrado en una nueva etapa bajo la gestión del concejal de Desarrollo Urbano, Vicent Sarrià, que sigue la última decisión del gobierno del PP de no tocar la huerta hasta que el casco urbano estuviera colmatado. Ahora, la protección de la zona agrícola será total con la ley que se tramita en Les Corts, tras lo que se aprobará la revisión del planeamiento de Valencia. El objetivo es aprovechar de algún modo las 60.000 viviendas vacías, ocupar los solares que ahora impiden la finalización de los barrios y poner en valor la huerta. Sólo se ocupará parte de la zona de La Punta, aunque con una densidad baja, al estar degradada por la presencia de naves industriales.

Un aliado en el Parque Central

El ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, es posiblemente el representante del Gobierno que más apuesta por las inversiones estatales en Valencia. Aún así, el Parque Central no ha sido un camino de rosas hasta ahora y lo que falta se plantea también con muchas dificultades. Las administraciones socias en la entidad han definido ya un acuerdo político para construir un túnel desde el bulevar sur hasta la nueva Estación Central, además de otro que cruzará Valencia en dirección a la huerta de Vera y Alboraya. En total, algo más de 2.000 millones de euros para los próximos lustros, a la espera de que la cifra se rebaje con la subasta de solares edificables alrededor del gran parque, cuya primera fase se abrirá al público en marzo del próximo año. El reto del gobierno municipal pasa por gestionar el corto plazo, para abrir las dotaciones públicas decididas en las naves ferroviarias restauradas.

Las Fallas, la ebullición constante

El concejal de Movilidad, Giuseppe Grezzi, ha tenido estos dos años un digno competidor a la hora de generar polémicas en la figura del edil de Cultura Festiva, Pere Fuset. El símil del elefante y la cacharrería se queda corto con la gestión del delegado en el mundo de las Fallas, donde salió reprobado de una asamblea de presidentes. El último conflicto por la realización de una encuesta ha supuesto una propuesta de sanción de la Agencia de Protección de Datos, todavía no firme, de infracción grave. Otro «mérito» para una gestión que de momento ha tenido su momento dulce en la declaración de la fiesta como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, una iniciativa del anterior gobierno.

Comentarios

¿Quieres enviarnos alguna queja o comentario?